El origen de la
Kufiya o pañuelo palestino. Por Emilio Pinto Febrero 2014
Había una vez un
hombre palestino que fue encarcelado por el estado de Israel. Hay veces que las
cárceles encarcelan a la gente que no puede vivir en comunidad y otras ,
las menos, en las que los hombres son encarcelados por el daño que harían al
gobierno desde su libertad. Nuestro palestino no había nunca matado, ni robado,
ni incitado a otros a matar a nadie fuese judío, cristiano o americano. Nuestro
Palestino fue encarcelado por prevención, esa palabra asquerosa que significa
que sin hacer nada, sin ser nadie, sin pregunta ni respuesta, te llevan al
“paredón” de la vida.
Y nuestro
Palestino, que no tiene nombre, como las grandes personas que olvidamos para no
actuar con lo que nos enseñaron, fue encarcelado por 20 años, años que se
fueron alargando sin juicio y sin revisión de condena, algunos hablan de que
pudo morir en la misma celda.
Una celda sin nada
más que un ventanuco cerrado desde el que sólo se podían ver, muy a lo lejos,
unos alambres de espinos.
Nuestro Palestino entró
en la cárcel con una Kufiya roja que el tiempo se encargó en convertirla en
negra y como poco a poco se le iba borrando su dibujo, nuestro Palestino
decidió que con una piedra afilada
ir quitando el color negro de donde podía y dibujar lo único que tenía en su retina:
una alambrada de espinos.
Cuando murió sus
pertenecías, es decir su Kufiya o Hatta, fueron entregadas a sus hijos, y su
hijo decidió llevar el pañuelo como lo que era: “el pañuelo del palestino que
fue encarcelado por no hacer nada”, por no ser, como una reivindicación a todos
los invisibles encarcelados injustamente.
No se trata de
buscar ningún culpable, la mayoría de las veces los culpables son los sistemas
que hemos inventado entre todos. Se trata de no usar las cosas sin saber que significan
o usarlas por modas o lo que es peor, usarlas porque me combina bien con lo que
llevo puesto.
Cada vez que te
pongas un Pañuelo Palestino busca al hombre encarcelado injustamente, los
Palestinos lo llevan para recordar que hay todavía un alambre de espinos que
quitar y otro hombre encarcelado injustamente.
Confió en que algún día, aunque no cambie de
color, ni de forma, lo lleven para recordar un pasado muy lejano.
Por cierto que nadie sabe el nombre del
Palestino que con un pañuelo mugriento supo pintar espinos en sus picos.
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