martes, 23 de julio de 2013

20 AÑOS JUNTOS

20 AÑOS JUNTOS.

MÁS DE 30.000 PEREGRINOS

MILES DE AMIGOS POR TODO EL MUNDO.

 

Y lo celebraremos de muchas maneras:

-Lo celebramos poniendo las fotos de estos 20 años en nuestra página web:ainkarenviajes.es en el apartado fotos:

¿Nos reconoceremos?

¿Nos acordaremos?

Y si quieres celebrarlo con todos puedes mandarnos también tus fotos y las publicaremos. Desde el primer grupo que tuvo Ain Karen que fue de la parroquia de Suances, hasta el grupo de ayer que fue el de Escuelas Católicas. Y cada día en facebook  tendréis una pequeña historia de cada grupo.

Y lo celebramos rezando por cada una de las comunidades que se formaron en cada grupo y por cada una de las personas que componían cada grupo, estén o no estén ya con nosotros, sean sacerdotes o hayan pasado a ser obispos. Por todos

Y lo celebramos haciendo bien nuestro trabajo, imprimiendo más libros de cada destino, preparando nuevos itinerarios, buscando nuevas cosas que visitar, nuevas historias que contar…

PORQUE AIN KAREN QUIERE SEGUIR SIENDO FUENTE Y SEGUIR PREPARANDO LOS CAMINOS.

PORQUE AIN KAREN EXISTE GRACIAS A VOSOTROS.

PORQUE AIN KAREN SIGUE TENIENDO VUESTRA CONFIANZA.

¡FELIZ CUMPLEAÑOS A TODOS!

Y ESPERAMOS SEGUIR SORPRENDIENDOOS  EN CADA PEREGRINACIÓN.

(Recordar que tenemos fam para Tierra Santa en Diciembre y Enero y Polonia en Octubre, os avisaremos de los nuevos destinos)

clip_image002 

 

PRIMER DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO EN LAS JMJ


RIO DE JANEIRO, 22 Jul. 13 / 05:32 pm (ACI).- Señora Presidente,
Distinguidas Autoridades,
Hermanos y amigos
En su amorosa providencia, Dios ha querido que el primer viaje internacional de mi pontificado me ofreciera la oportunidad de volver a la amada América Latina, concretamente a Brasil, nación que se precia de sus estrechos lazos con la Sede Apostólica y de sus profundos sentimientos de fe y amistad que siempre la han mantenido unida de una manera especial al Sucesor de Pedro. Doy gracias por esta benevolencia divina.
He aprendido que, para tener acceso al pueblo brasileño, hay que entrar por el portal de su inmenso corazón; permítanme, pues, que llame suavemente a esa puerta. Pido permiso para entrar y pasar esta semana con ustedes. No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo. Vengo en su nombre para alimentar la llama de amor fraterno que arde en todo corazón; y deseo que llegue a todos y a cada uno mi saludo: «La paz de Cristo esté con ustedes».
Saludo con deferencia a la señora Presidenta y a los distinguidos miembros de su gobierno. Agradezco su generosa acogida y las palabras con las que ha querido manifestar la alegría de los brasileños por mi presencia en su país. Saludo también al Señor Gobernador de este Estado, que amablemente nos acoge en el Palacio del Gobierno, y al alcalde de Río de Janeiro, así como a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditados ante el gobierno brasileño, a las demás autoridades presentes y a todos los que han trabajado para hacer posible esta visita.
Quisiera decir unas palabras de afecto a mis hermanos obispos, a quienes incumbe la tarea de guiar a la grey de Dios en este inmenso país, y a sus queridas Iglesias particulares. Con esta visita, deseo continuar con la misión pastoral propia del Obispo de Roma de confirmar a sus hermanos en la fe en Cristo, alentarlos a dar testimonio de las razones de la esperanza que brota de él, y animarles a ofrecer a todos las riquezas inagotables de su amor.
Como es sabido, el principal motivo de mi presencia en Brasil va más allá de sus fronteras. En efecto, he venido para la Jornada Mundial de la Juventud. Para encontrarme con jóvenes venidos de todas las partes del mundo, atraídos por los brazos abiertos de Cristo Redentor.
Quieren encontrar un refugio en su abrazo, justo cerca de su corazón, volver a escuchar su llamada clara y potente: «Vayan y hagan discípulos a todas las naciones».
Estos jóvenes provienen de diversos continentes, hablan idiomas diferentes, pertenecen a distintas culturas y, sin embargo, encuentran en Cristo las respuestas a sus más altas y comunes aspiraciones, y pueden saciar el hambre de una verdad clara y de un genuino amor que los una por encima de cualquier diferencia.
 Cristo les ofrece espacio, sabiendo que no puede haber energía más poderosa que esa que brota del corazón de los jóvenes cuando son seducidos por la experiencia de la amistad con él. Cristo tiene confianza en los jóvenes y les confía el futuro de su propia misión: « Vayan y hagan discípulos»; vayan más allá de las fronteras de lo humanamente posible, y creen un mundo de hermanos y hermanas. Pero también los jóvenes tienen confianza en Cristo: no tienen miedo de arriesgar con él la única vida que tienen, porque saben que no serán defraudados.
Al comenzar mi visita a Brasil, soy muy consciente de que, dirigiéndome a los jóvenes, hablo también a sus familias, sus comunidades eclesiales y nacionales de origen, a las sociedades en las que viven, a los hombres y mujeres de los que depende en gran medida el futuro de estas nuevas generaciones.
Es común entre ustedes oír decir a los padres: «Los hijos son la pupila de nuestros ojos». ¡Qué hermosa es esta expresión de la sabiduría brasileña, que aplica a los jóvenes la imagen de la pupila de los ojos, la abertura por la que entra la luz en nosotros, regalándonos el milagro de la vista! ¿Qué sería de nosotros si no cuidáramos nuestros ojos? ¿Cómo podríamos avanzar? Mi esperanza es que, en esta semana, cada uno de nosotros se deje interpelar por esta pregunta provocadora.
La juventud es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo y, por tanto, nos impone grandes retos. Nuestra generación se mostrará a la altura de la promesa que hay en cada joven cuando sepa ofrecerle espacio; tutelar las condiciones materiales y espirituales para su pleno desarrollo; darle una base sólida sobre la que pueda construir su vida; garantizarle seguridad y educación para que llegue a ser lo que puede ser; transmitirle valores duraderos por los que valga la pena vivir; asegurarle un horizonte trascendente para su sed de auténtica felicidad y su creatividad en el bien; dejarle en herencia un mundo que corresponda a la medida de la vida humana; despertar en él las mejores potencialidades para ser protagonista de su propio porvenir, y corresponsable del destino de todos.
Al concluir, ruego a todos la gentileza de la atención y, si es posible, la empatía necesaria para establecer un diálogo entre amigos. En este momento, los brazos del Papa se alargan para abrazar a toda la nación brasileña, en el complejo de su riqueza humana, cultural y religiosa. Que desde la Amazonia hasta la pampa, desde las regiones áridas al Pantanal, desde los pequeños pueblos hasta las metrópolis, nadie se sienta excluido del afecto del Papa. Pasado mañana, si Dios quiere, tengo la intención de recordar a todos ante Nuestra Señora de Aparecida, invocando su maternal protección sobre sus hogares y familias. Y, ya desde ahora, los bendigo a todos. Gracias por la bienvenida.

lunes, 22 de julio de 2013

NAVEGANTES DE LA FE EN LA REVISTA VIDA NUEVA


"Navegantes de la Fe". En la revista Vida Nueva.


El autor de estas Reflexiones de un maestro buscador de tesoros nos ofrece un original libro, en el que vierte sus experiencias de educador, casi siempre con adolescentes y jóvenes difíciles, y sus indagaciones como creyente que ha navegado mares tranquilos y también tumultuosos, para ayudarnos a descubrir el tesoro de la fe.



El libro, dedicado al arzobispo de Zaragoza y con un desbordante prólogo de J. A. Solórzano, tuvo su origen en la invitación para impartir unas conferencias con ocasión del Año de la fe. De hecho, incluye al final la carta apostólica Porta fidei con la que se convocaba el Año de la fe y la nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe con las indicaciones pastorales.
En el medio, tres grandes partes nos invitan con metáforas sugerentes a trazar nuestro propio itinerario, superando los peligros visibles e invisibles, para pasar de la palabra a la práctica (y aprender a orar, por ejemplo, orando), y nos guían para llegar a ser maestros con magia que encantan a sus alumnos y les convierten en protagonistas creativos, de tal forma que escuelas y maestros se convierten en semilleros de fe. Así, se convierte en un libro para arriesgar en la educación como camino previo y definitivo para evangelizar.
El autor confiesa que la obra es el resultado de muchos autores, maestros y alumnos, y que su trabajo ha consistido, como en la nueva cocina, en “deconstruir” para dar un nuevo sabor, reconociendo todas las materias primas, es decir, a los grandes de la pedagogía, la filosofía, la psicología… Y lo hace con la cordura de un caminante y la humildad del indagador, que sabe poner palabras sencillas a sentimientos y actitudes a través de símbolos vitales muy sugerentes. Recoge también, a modo de ilustraciones, la sabiduría condensada en textos, parábolas y anécdotas, que confirman cada breve exposición.
La obra, muy bien estructurada, tiene una arquitectura sólida anclada en experiencias vividas y que pueden volverse a vivir. Se convierte, así, en un libro para recorrer una y otra vez, incluso a saltos, con la seguridad de que nos iluminarán certeros fogonazos de sabiduría educativa y evangelizadora. Y, a la vez, es un libro incompleto, pues exige reescribirlo con las propias experiencias y búsquedas, y concretarlo en un itinerario para seguirlo personalmente y, sobre todo, en grupo.
Un dato importante: el libro, de (auto)edición muy cuidada, solo se puede adquirir pidiéndoselo directamente al autor (epintorodriguez@yahoo.es).

Herminio Otero

En el nº 2.856 de Vida Nueva.

CARTA DE UN PEREGRINO


Estimado D. Emilio:
Soy Juan José…. Y estoy seguro que se acordará de mi pues viajamos juntos en varias ocasiones.


El motivo de mi carta es para pedirles disculpas por lo sucedido este año. Verá, nos cambiaron de párroco y el que vino dijo que el nos iba a organizar la peregrinación unos 250€ más barato. La verdad es que eso siempre quiere decir que la anterior agencia habían sido un poco ladrones,algo falso a todas luces, pero nadie en mi parroquia se atrevió a llevarle la contraria. Lo cierto fue lo siguiente: El precio era 250€ euros más barato pero no lleva incluido un montón de cosas, yo fui haciendo mis cuentas:
Las tasas del avión fueron 185 € por persona.
Tampoco llevábamos las propinas y pusimos 45 € por persona a sugerencia de él.
Los almuerzos no los teníamos incluidos pues dijo que podíamos comer cualquier cosa, Mi mujer y yo nos gastamos unos 30€ por persona y día es decir 180 por persona.
Tampoco teníamos incluida alguna entrada ni ninguna visita por la noche, fuimos y a todo y nos costo 65€ por persona.
El agua en los hoteles tampoco estaba incluida, en vez de agua parecía que tomáramos oro, cada botella pequeña eran 3 €, así que en agua de la cena nos gastamos por persona 18 € más.
Ni libro, ni bolsa, ni nada de nada y además el vuelo en vez de ser directo hacíamos escala. Para una distancia de 4:30 horas más o menos, tardamos 9 horas para ir y 9 horas para volver.
Ni nadie en el aeropuerto para despedirnos ni nadie para recibirnos. Tuvimos que pagar también las propinas a los mozos 2€ por 3 hoteles 6 € más.
Tampoco quiero contar el dinero que dejamos en las Iglesias, eso es cuenta nuestra, aunque sabemos que Ain karen siempre nos da para eso.
Lo peor era que el guía inexperto totalmente hablaba continuamente de lo que le explotaba la agencia y no aprendimos nada.
No había reserva de misas ni horas santas, así que algún día nos quedamos sin celebrar y otros lo hacíamos en el hotel a una horas desorbitadas. Nadie había pensado en el grupo.
No quisimos calentarle la cabeza al cura así que aguantamos y aguantamos y aguantamos hasta que en el segundo hotel nos llevaron a una pensión, y no por error, era el nombre del hotel que le habían dado al cura, y digo al cura pues a nosotros jamás nos reunieron para decirnos como sería el viaje y donde iríamos. Solo ponía en los programas cincos estrellas. Ya el dijimos que eso no se podía soportar que nos diera un teléfono para llamar. No quiso darlo.
Y lo peor de todo, una señora que se cayó y nos dijo que no llevábamos seguro y que había que hacer una colecta para pagar al médico, menos mal que fue poca cosa, lo digo por ella, pero la factura del hospital fueron unos 600€ , lo cierto es que el puso casi todo. (esto no lo cuento en mis cuentas)
Conclusión: que en un posible ahorro de 250€ nos gastamos 416€ lo que quiere decir que su viaje era más caro en 166 €, eso sin tener en cuenta el avión, los hoteles, las comidas, los seguros, el material etcétera.
Yo paso a ingresarle 166 míos y 166 de mi mujer . No es justo que encima que alguien pueda pensar que se roba en una peregrinación, al regresar no cuente las cosas tal y como han sido.
Yo ya le he dicho que viaje con quien quiera pero que no me avise hasta que no sea con Ain Karen, y mientras me gustaría irme al año que viene con ustedes. El trato humano que tienen es inmejorable y si alguien quiere perderse de su experiencia y buen hacer, haya ellos, ya lo pasaran mal y volverán. Hay curas que cuanto más les pegan más van con ellos. Hace poco hablamos con un matrimonio amigo sobre un destino común que habíamos visitado con distintas agencias y lo siento pero ellos no habían visto ni la mitad que nosotros. Encima recordaban hambre, tardes en el hotel y penas. Yo para eso no viajo. Además, hoy en día, hasta la agencia de mi pueblo dice que sabe de peregrinaciones y no es tan fácil.
Les felicito por su trabajo y espero que con el tiempo la gente vaya observando que pagar más no es sinónimo de engañar a nadie sino de dar lo que se tiene que dar.

Gracias y no me importa que publique esto en los medios que usted desee. Solo quiero añadir que Ain karen es la mejor agencia con la que he viajado por el mundo.

De Jerusalén a Río de Janeiro. En busca del Jesús del Evangelio

21.07.13 | 22:15. Archivado en Tierra Santa
  • enviar a un amigo
  • Imprimir contenido

Última jornada de la peregrinación de Ain Karen y Escuelas Católicas a Tierra Santa. De Jerusalén a Río de Janeiro. Del recuerdo de los lugares que pisó Cristo a la esperanza de las favelas, la alegría y la juventud que conocerá Francisco en la JMJ de Río. Todos peregrinos, algún que otro vagabundo, en busca del Jesús del Evangelio, el que se nos presenta entre piedras muertas y hemos de buscar entre rocas vivas, ayer y hoy, entre los que sufren en toda la santa Tierra.

¿Hay una tierra prometida? ¿Es Jerusalén la Tierra Santa? Viajar a las fuentes tiene sus riesgos. Depende mucho del tamaño y los ritmos del corazón del peregrino, de sus aspiraciones, sus sueños. También, cómo no, de la predisposición a creer. No es fácil hacerlo en Jerusalén, si tratamos de seguir al pie de la letra lo que nos cuentan las piedras, las iglesias, las rutas que supuestamente siguió el Resucitado.

Hace falta, como rezamos en la Eucaristía, anunciar Su Muerte, pero mucho más urgente resulta proclamar Su Resurrección. Andamos necesitados del Dios vivo, de aquella vida sobre toda vida que da significado a la Palabra, al sufrimiento, a la Pasión y al desenfreno. Si Jesús no vence a la muerte los restos se quedan en eso. En piedras muertas, en sepulcros vacíos y blanqueados, en Vías Dolorosas con estaciones perdidas entre el multicolor zoco de la Ciudad Vieja.

En recorridos imposibles, del Cenáculo al Huerto de los Olivos, del Gólgota a un Santo Sepulcro que supone el mejor ejemplo de la división entre los cristianos y, a la par de las distintas formas de vivir la fe. Coptos, etíopes, católicos, ortodoxos griegos... todos quieren tener su parcela de poder en el lugar en el que Jesús murió y fue sepultado. Las colas resultan inmensas ante el pequeño rincón en el que, según la tradición, se colocó el cuerpo del Mesías tras descender de la cruz.

¿Dónde está Dios? ¿En el Sepulcro, en Getsemaní, en Al Aqsa, en el Muro de las Lamentaciones? Una semana después, parece claro que no. Pero es innegable que Jerusalén tiene algo. Nada que ver con Roma, Santiago o Estambul. Pero se respira religión, no sé si religiosidad. Una ciudad en permanente lucha, con odio y resentimiento en muchas miradas, con contrastes apenas doblas una calle y pasas del barrio judío al cristiano, del musulmán al armenio, de las puertas clausuradas al Muro de las Lamentaciones.

Hay esperanzas de paz. Más en el corazón que en la realidad. Pero del alma es de donde surgen los sueños posibles. También la fe. Es imposible creer con la cabeza en Jerusalén, se corre el riesgo de caer en la rinrazón o la pedantería. Hay que hacer un esfuerzo por creer. Aquí y en cualquier lado. También en las favelas que en estos días visitará Francisco. También en estas letras.

Mientras escribo estas líneas, mis compañeros de viaje estarán adentrándose en el Monte Nebo, allí donde Moisés avistó la Tierra Prometida, a la que él no pudo entrar pero hacia la que condujo a su pueblo. Un viaje de ida y vuelta, varios siglos después.

Si Jesús regresara hoy probablemente no quisiera volver a hacer el camino de Via Dolorosa -si es que éste no surgió de la imaginación de Santa Elena, si es que el cireneo recogió la cruz en este punto, o la Verónica limpió su rostro en esta esquina, o la piedra donde fue recostado el cuerpo vencido del Nazareno es la misma que preside la entrada de la basílica, o el Gólgota es el rincón que apunta el altar, y bajo él la tumba del primer hombre cuyos huesos, al contacto con la sangre del Crucificado provocaron un terremoto...-, o tal vez sí, pues los rostros que avistamos en el recorrido son los mismos que hace dos mil años. Los mismos que sufren, rien, lloran, esperan... Los mismos hijos de la Guerra y del dolor, sean musulmanes, cristianos, judíos, turistas.

Hace falta fe para viajar a Tierra Santa. Hace falta fe, mejor dicho, para encontrar Tierra Santa en cada uno de esos rostros, en cada una de esas miradas, en cada uno de los espejos que nos muestran a las claras nuestro cansancio y nuestra falta de humildad. Hace falta mirarse en el espejo interior, y quizá tratar de atisbar en nuestras pupilas los ojos de Aquel que hizo posible que aún hoy perviva la esperanza.

En la Jerusalén reivindicada por todas los puños alzados; en el Belén rodeado por el Muro; en las costas del mismo Mediterráneo que, al otro lado, recoge cadáveres y sueños de una vida mejor; mucho más allá, cruzando el charco, en Río de Janeiro, donde Francisco también inicia un camino de esperanza. El de las rocas vivas, el de los corazones de piedra. El de los deseos dejados ante el muro o en las jambas de las puertas. Paz a los hombres (y mujeres) de la Tierra. De la santa y mísera tierra.

domingo, 21 de julio de 2013

Un lamento esperazado por la paz en Jerusalén

21.07.13 | 00:50. Archivado en Tierra Santa
  • enviar a un amigo
  • Imprimir contenido

La próxima semana, palestinos e israelíesreanudarán, tres años después, las conversaciones de paz en Washington. Una esperanzadora noticia para los ocho millones de israelíes y los seis millones de palestinos que viven en Tierra Santa. Jerusalén se despertó con la noticia en pleno Sabbath, en mitad del ayuno del Ramadán. Dos religiones enfrentadas, dos pueblos que tratan de compartir la misma tierra.

Sexta etapa de la peregrinación de Ain Karen yEscuelas Católicas. Al fin, Jerusalén. La ciudad vieja, con sus cuatro barrios: armenio, judío, musulmán y cristiano. La ciudad de ciudades, con sus vicios, su impresionante zoco, su sinuosa Via Dolorosa, sus rincones vedados y sus bellísimas incoherencias. La ciudad de David y Salomón, bendita y maldita a manos llenas.

Jerusalén respira religiosidad por todos sus poros. Violencia latente, pasos cortados por la policía y el ejército. Rostros cansados que están hartos de no mirarse. Los judíos ortodoxos, con sus impresionantes ropajes, acuden al Muro de las Lamentaciones a media tarde. El único resto del Templo de Jerusalén sigue en pie, amenazado por la Mezquita de la CúpulaDorada (allí donde judíos y musulmanes veneran el sacrificio de Abraham -unos dicen que a Isaac, otros que a Ismael-) y la de Al Aqsa, donde según la tradición islámica Mahoma subió al cielo. Sus cánticos se elevan al cielo en una sinfonía estremecedora, que invita a la oración al contacto con las piedras del muro. Oramos por la paz entre distintos hombres para un mismo mundo.

A la misma hora, miles de musulmanes salen de las mezquitas al término de la oración de la tarde, tras la cual se dirigen a romper el ayuno de Ramadán. En las estrechas callejuelas que surcan la zona vieja de la eterna Jerusalén, islamistas, judíos y turistas se entremezclan, se diluyen, se intercambian por la ciudad. Forman parte del mismo latido de Jerusalén, de la misma historia que arrancó hace miles de años y de la que en los últimos tiempos sólo llegan ecos de odios, invasiones y deseos mutuos de destrucción.

Y sin embargo, lo único que aquel beduino que sale de la mezquita quiere para su familia es la paz. Y sin embargo, lo único que pretende aquel rabino que agacha la cerviz ante el Muro de las Lamentaciones y deja un papel en el mismo, es la paz. La misma por la que oramos peregrinos, por la que trabaja la diplomacia y la que en este Sabbath de julio parece volver a tener una oportunidad.

La ciudad está lejos de encontrar el descanso que merece. Son muchas las disputas entre las tres religiones del Libro, entre aquellos que juraron defender al pueblo de Israel, los que perdieron su tierra al otro lado del torrente, los que erigieron un cementerio islámico en la misma puerta por la que, según la tradición, habrá de entrar el Mesías. Entre aquellos, en fin, que hace casi un milenio decidieron "reconquistar" la tierra en la que murió Cristo al grito de "Dios lo quiere".

Dios lo que quiere es la paz. Por ella oramos. Por ella haremos este domingo el Via Crucis. Por ella trabajan miles de educadores de Escuelas Católicas. Por un mundo en el que el respeto al otro sea la parte más importante del respeto a uno mismo. Sea en la sinagoga, la basílica o la mezquita. Sea en Getsemaní o en la tumba del rey David. Sea en el Cenáculo, a los pies del Santo Sepulcro o junto al Muro de las Lamentaciones. Vaya desde allí un lamento, sentido y esperanzado, por la paz que parece querer abrirse paso en mitad de este avispero, hermoso y desolador, desierto y oasis, enclavado en el centro de la Tierra.

sábado, 20 de julio de 2013


Israelíes y palestinos entre Belén y Getsemaní

19.07.13 | 23:48. Archivado en Tierra Santa
  • enviar a un amigo
  • Imprimir contenido
Anochece en Jerusalén. Fin del ayuno de Ramadán, arranca el Sabbath. Los peregrinos sacuden el cansancio de un largo día entre frontera y frontera, de Jerusalén a Belén, de Israel a Palestina, del odio y la venganza al recuerdo del Niño Dios de los Muros de la Vergüenza, sea en México, en Ceuta o en las franjas de Gaza y Cisjordania. Durante siglos, a los cristianos se les impidió el acceso a Tierra Santa. Hoy son los palestinos quienes no pueden entrar y salir en libertad de su tierra. Y los israelíes tienen prohibido traspasar las alambradas que llevan camino de Belén. Hace veinte siglos no fue tan duro.
Anochece. El muecín dirige la oración en la Puerta Azul, los judíos inician su jornada de descanso... y el hermano Rafael nos abre las puertas de Getsemaní. A sus 87 años, este franciscano sevillano -no ha perdido ni una pizca de acento- lleva desde 1951 en Jerusalén. Junto a otros seis hermanos, custodia el cementerio cristiano tras los muros, la basílica de la Angustia y el Huerto de los Olivos. Quinta jornada de la peregrinación de Ain Karen Escuelas Católicas a las fuentes de la Fe. Con dos aguaceros intensos: Belén y Getsemaní.
Es de noche, y apenas empiezan a escucharse las oraciones de los musulmanes. Todo parece en calma, como si las esperanzas de paz que ayer mismo anunció en Jordania el secretario de Estado John Kerry fueran de verdad posibles esta noche. Como si los controles, los contrastes entre la vida en Jerusalén y la miseria ocho kilómetros más allá de los muros, no fueran más fuertes que la lucha por la paz. Como si el sueño de que palestinos e israelíes pudieran vivir en paz en la misma tierra resultara imaginable.
En Getsemaní, todo es silencio. Como aquella noche en la que el Maestro, tras cenar con sus discípulos, se dirigió al huerto -como siempre hacía en Pentecostés y Pascua- y lloró sangre y agua sobre una piedra. Noche oscura del alma, atrás quedó todo lo demás. Los restos arqueológicos no son más que rocas, y sin embargo aquella piedra, arropada entre las manos de la comunidad, atrae hacia sí todo el sufrimiento, todo el dolor, todas las lágrimas de la noche en Jerusalén.
"Mi alma está triste hasta el punto de morir: quedaos aquí y velad conmigo", y ni tan siquiera entonces sus discípulos lograron no quedarse dormidos. Dejen correr el reloj un tiempo, apenas veinte siglos, y cambien Pedro por Jesús, Santiago por Pablo, Juan por Merche, Tomás por José Antonio...
Lágrimas a flor de piel, al borde de la piedra, entrelazados.Silencio y desierto en Getsemaní.Afuera nada se inmuta, el tiempo no pasa, permanece en el paisaje como aquellos ocho olivos milenarios que asistieron al desgarro del hijo de Dios, a la traición y el prendimiento.
Noche cerrada. Noche oscura. Por la mañana, recorrimos el lugar donde Jesús nació, donde siempre podría ser Navidad a poco que los hijos de Dios aceptáramos el milagro de la vida, de todas las vidas. Apurado el ayuno islámico, iniciado el descanso hebreo, rezamos en silencio por la Tierra, por todos los hijos de la Tierra. Con ramos de olivo, como en otra época peregrinaban los que subían a Jerusalén, también desde Belén. Ahora no pueden. Ahora sí que podemos. Acompañar al mismo Jesús que se quedó solo en su noche más dura. Y sentimos que tal vez ya nada será igual en este viaje. Y que sí, que tal vez, sólo tal vez, tras las piedras y los olivos se esconda la Palabra. Y el silencio no haga otra cosa que servir de altavoz para que truene sobre los muros de la Ciudad Vieja, y de ellos al resto de la patria de la Humanidad.

viernes, 19 de julio de 2013

Jesús en Qumram. La voz que clama en el desierto

19.07.13 | 00:13. Archivado en Tierra Santa
  • enviar a un amigo
  • Imprimir contenido

Cuarta etapa de la peregrinación a Tierra Santa con Ain Karen y Escuelas Católicas. Al atardecer, al fin, Jerusalén. A lo largo del día, una larga travesía por el desierto, del Monte Tabor a Jericó, del judaísmo más profundo a la Cisjordania que lucha por subsistir en mitad de las tentaciones del poder, la gloria, el hambre y la injusticia. Transitando los caminos del Buen Samaritano, si es que aún quedan en esta tierra santa y maldita, buscando desahogo en el Mar Muerto,hallando nuevas preguntas y posibles respuestas en Qumram.

Los manuscritos del Mar Muerto, los polémicos y desconocidos textos de Qumram, la fuente Q. La secta de los esenios, maldita por los judíos y olvidada por los cristianos. Un lugar mágico, que respira silencio, estudio, pasado, ruptura. La historia de la muerte de un profeta a manos del rey Herodes. "Yo soy la voz que clama en el desierto, preparad el camino al Señor", y la leyenda, o no fue un sueño, de Juan el Bautista preparándose en las grutas de piedra antes de anunciar la llegada del Mesías.

¿Estuvo Jesús en Qumram?
 Las hipótesis parecen indicar que sí. El Evangelio de Mateo, hallado casi en su integridad en los pergaminos esenios, casi por casualidad, como suceden las cosas que de verdad importan. Una vida de asceta, ocupada en el estudio, la contemplación, donde se masca el aroma del desierto, de la ausencia de uno mismo. Desde donde se puede percibir que el anuncio no puede quedarse en sí mismo, sino que ha de ser universal. Y hacia esa senda que se encaminó el Nazareno, el primo de Juan, el profeta esenio.

El mismo Jesús que, antes de arrancar su vida pública, regresó al desierto, apenas a unos kilómetros de Qumram, durante cuarenta días y cuarenta noches. Hasta el Monte de las Tentaciones, sobre la actual Jericó, cuna de todos los males, no en vano la ciudad a más baja altitud de la Tierra. La que más cerca queda del Infierno, si es que éste no se ha posado en mitad de la guerra y el sufrimiento de un pueblo palestino que pese a todo no pierde la sonrisa.

Jesús, que dijo "No" al Demonio, y se embarcó en esta historia de Amor y Vida que estamos reconociendo, camino hasta la muerte en Jerusalén, donde ya dormimos, cuyas calles perdidas y extravagantes apenas hemos alcanzado a atisbar. El puente de Calatrava se yergue, como una excepción, en una ciudad a la que le cuesta envejecer. El mismo Jesús que pasó una y tantas veces por el desierto hasta recorrerlo, hasta hacerlo suyo, de Jericó a Betania, conMarta y María y Lázaro el Resucitado por el Hijo del Hombre.

Atrás quedaron los viñedos, el lago fértil, la Galilea reconstruida a ocho metros sobre la tierra que pisó Jesús. Camino de Jerusalén aspiramos el mismo aire, sufrimos el sudor y el dolor de pies, las dudas, la escasez de ideas. Sólo a través del silencio es como Jesús descubre el poder del ruido de las risas de los niños, de las mujeres, de los amigos, de la vida, de la ciudad que nunca duerme y siempre traiciona, de la ciudad de las mil caras, de los templos destruidos, de la mano del hombre que sigue echándole un pulso a Dios.

De la Tierra Santa que ha visto verter, ayer y hoy, tanta sangre inútil. Judía, sarracena, cruzada, palestina, israelí... La ciudad de los 613 preceptos que apenas se nos asoma y ya nos cautiva. Y nos saca del desierto. Y nos lleva a seguir los pasos del Maestro.

Hacer comentario


Tú ponte de parte de Jesús

Tú ponte de parte de Jesús

17.07.13 | 23:12. Archivado en Tierra Santa
  • enviar a un amigo
  • Imprimir contenido

Tercera etapa de la peregrinación a Tierra Santa organizada por Ain Karen y Escuelas Católicas. Surcando el Mar de Galilea (o el lago Tiberíades, o de Genesaret), el mismo que Jesús surcó tantas veces en su predicación. En cuyas aguas echó las redes milagrosas, donde caminó, e hizo caminar al incrédulo Pedro; en cuyas orillas desembarcó para llegar a Cafarnaum, o al Monte de las Bienaventuranzas, o al rincón donde partió, repartió y compartió los panes y los peces.

Porque de eso se trataba en esta historia que revivimos, en estos pasos cuyo rastro seguimos, en esta peregrinación a los Orígenes de la Fe: de encontrar la razón última que llevó a Jesús a darse por los hombres y mujeres, de su tiempo y de todos los tiempos. El Amor, que ayer convertía el agua en vino, que hoy multiplica los panes y los peces (o que consigue, como sostiene en una original y malévola cabriola teológica, uno de los muchos amigos reencontrados durante el viaje, que los judíos del tiempo del Nazareno hicieran suyo el ejemplo del Mesías y pusieran en la misma mesa todas sus provisiones para alimentar a la muchedumbre hambrienta de alimento y saciada con la Palabra de Vida), que mañana nos llevará al lugar donde nació el Salvador, y donde veinte siglos después penan y sufren miles de palestinos, miles de israelíes, enfrentados en una guerra en la que únicamente hay vencidos. ¿De parte de quién estás? "Tú ponte de parte de Jesús".

De ese Jesús que escuchó el "Ruaj", el silencio en mitad de la tormenta, de las olas del lago, del mismo lago situado a 209 metros bajo el nivel del mar. Las mismas aguas nos contemplan: poco más se mantiene idéntico en esta tierra que a veces más parece un gigantesco parque de atracciones de las religiones. Y sin embargo, la Fe es más fuerte que el espectáculo, pues por mucho que éste esté presente, todos los que acuden a las fuentes lo hacen movidos por el hombre que hacía milagros. El mayor, tal vez el más grande, el de proponer un lenguaje nuevo, un mensaje nuevo. Felices seréis, bienaventurados.

Hoy celebramos la misa en el monte desde el que, según la tradición, Jesús pronunció sus famosos discursos sobre las bienaventuranzas. Y uno no se resiste a retomar la anterior pregunta (¿De parte de quién estás?) y te encantaría no ser el joven rico y poder responder, de nuevo. "Yo, de parte de Jesús". Y es que este Jesús que sacia la sed de los invitados a la boda, y el hambre con los panes y los peces, es también el que clama, en mitad del desierto de Galilea, o junto al lago, o al lado del corazón de quien quiera escucharle, por una sociedad de hambrientos y sedientos de justicia; de pacíficos y pacificadores; de perseguidos por perseguir un mundo nuevo. Y es que este Jesús, el Jesús del Evangelio, era un soñador. Benditos sueños. Bienaventurados.

Recorriendo el lago llegamos al Jordán, renovamos el Bautismo, recordamos aquel gesto que hicieron por nosotros nuestros padres. Algunos, sumergiéndose en las aguas, esperando que el Espíritu vuelva a abrir sus brazos y nos reconozca como hijos, pletóricos como estamos de defectos, debilidades, pecados y talentos. Diciendo de forma torpe a Jesús que queremos ponernos de su parte.

Por la noche, de vuelta al lago, en mitad de aguas procelosas, el silencio de las olas, de nuevo el "Ruaj", el Dios que salva en mitad de la tribulación, el que jamás te deja a la deriva. Porque, aunque tú no sepas si ponerte de parte de Jesús, Él tiene bien claro que está de parte tuya. Sin aditivos ni componendas. Bienaventuradamente multiplicado, partido, repartido y compartido. Ofrecido y desterrado. Camino de Belén, vísperas de Jerusalén.

1 comentario