Visita del Papa Francisco a la alacena de Dios
No es un viaje político, es una Peregrinación, un encuentro con las verdaderas raíces de nuestra fe para seguir proclamando lo mismo que hace ya dos mil años:
Que el hombre y el amor están por encima de la ley. Jesús curo en sábado a un paralítico y esa fue la chispa que encendió a los judíos más ortodoxos de entonces para acusarle. Algo que recordamos en la Piscina Probática: “Levántate, carga tu camilla y echa a andar” (Jn. 5, 8) Seguimos poniendo leyes, concertinas y esclavitudes por encima del amor que se merece cualquier hombre del mundo.
O la cantidad de traiciones que siguen cantando los gallos en San Pedro in Gallicantu. Y las traiciones solo las pueden cometer los de dentro. “Y saliendo afuera, lloró amargamente...” (Mt. 26, 75) Algunos ya ni lloran, que poca vergüenza, se creen que con sus traiciones nos hacen un favor a todos. Existe hoy y para mi una traición inconcebible, esa es la traición al Santo Padre. Los patios del palacio de Caifas son hoy algunos lugares de las redes.
Los besos envenenados, los abandonos, como cuando algo no nos gusta, o cuando corremos peligro, cualquier peligro, el de nuestro prestigio, nuestra casa o nuestras comodidades e incluso nuestra vida, como en la Gruta de Getsemaní: “...Entonces los discípulos lo abandonaron y huyeron” (Mt. 26,56) ¿De qué huimos nosotros?
Es imposible seguir a Jesucristo sin amarle y para amarle es necesario saber lo que dijo y donde y por qué lo dijo. Hoy en el mundo necesitamos volver con el Papa a la palabra sencilla del hombre de la Galilea.Todos los los adornos, reglamentos, e inventos de los hombres quedan muy lejos de la Alacena y son difíciles de entender.
Pero: ¿Quién soy yo para decir cuales son los caminos a seguir? Solo quiero rezar para que el Papa vea las necesidades del hombre de hoy.
No podremos estar en el río Jordan donde el Papa recordará, como todos los peregrinos del mundo que llegan hasta ese lugar, el bautismo de Jesús de mano de Juan el Bautista. “El os bautizará con el Espíritu Santo y fuego” (Lc.3 ) pero desde aquí volveremos y volveremos a sentir el amor de un Dios que no se ha cansado de perdonarnos. Siete veces, no, setenta veces siete y más si hace falta.
Y todos los católicos del mundo se harán presentes en el Cenáculo, lugar de la Última Cena, lugar de la llegada de Pentecostés. Para decir que nuestro Papa no llega a esta tierra para hacer política pero si para defender al que sufre, sea cristiano, musulmán, judío, ateo o de cualquier otra religión del mundo. Para hacernos carne unos con otros y defendernos del individualismo, del materialismo, y de la invisible capacidad de manipular a los seres humanos.
Llega el Papa, cuando cerca de allí, en Siria, siguen de guerra, mientras al mundo le importa poco y mientras millones se refugian en Jordania. Llega el Papa mientras las niñas de Nigeria siguen sin aparecer y millones de vidas son vendidas por nada. Pareciese que la injusticia se haya hecho la monarca de este siglo.
Y aunque el Domingo tenemos elecciones Europeas, estoy convencido que las políticas dictadas por hombres con intereses partidistas, no nos llevaran a dar pan a quien no lo tiene. Prefiero seguir observando y escuchando a Francisco, al fin y al cabo, el tiene otro interés muy superior, como lo tiene mi párroco o mi obispo.
Espero que en esta visita a Tierra Santa ocurran dos cosas:
La primera: que anime a muchos a ir, Dios tiene algo que decirnos al oído a cada uno de nosotros.
Y la segunda: que sea un antes y un después para nuestra fe. ¿Es mucho pedir? La alacena de Dios está siempre repleta, basta con pedir lo que necesites.
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt. 16,17) Ahora nos toca a todos dejar que la edifique.
El Papa recorrerá la explanada del templo, el muro de los lamentos, y el Santo Sepulcro. Tiene tres días, es curioso esto de los tres días me recuerda a lo que ocurrió en Jerusalén hace dos mil años y muchos discursos que dar, estoy seguro de que no podrá complacer a todos.
¡Qué la Virgen lo proteja! que hay mucho loco suelto.
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