lunes, 31 de marzo de 2014

CRUCES SEMBRADAS 26 de MARZO DE 2014:


Por Emilio Pinto


No hay ningún día sin Cruz, pero ninguna Cruz debería de llevarse sin alegría.  La diferencia entre una Cruz y un madero muerto es que de una Cruz siempre brota fruto. Entendiendo como alegría la emoción que se produce de un estado interior: fresco y luminoso cuando nos ponemos, o ponemos nuestra Cruz a disposición de los demás.
 

Hace pocos días visitaba la colina de las Cruces a unos 13 Kms de Siauliai (Lituania) y de allí he conseguido enmarcar la Cuaresma de este año 2014:


1º-Las primeras Cruces se siembran allí en el siglo XIV levantadas como un símbolo antizarista. Es cierto, Jesús de Nazaret, siempre ha estado en contra de cualquier opresión incluso de las opresiones semi ocultas de nuestros tiempos: Cada vez que se le obliga a un periodista a decir algo o a no decir nada, cada vez que se le obliga a un trabajador a vender las nuevas o las viejas preferentes, cada vez que a un padre se le deniega la posibilidad de ver a sus hijos por estar separado, cada vez que se echa de la Iglesia de este siglo a un laico, a una monja, a un sacerdote, o a un Papa por sus ideas, sin tener en cuenta su fe, cada vez que se mata a un ser humano por ser cristiano en Nigeria, en Corea, en donde sea, cada vez que se usa el templo como mercadeo, cada vez que nos callamos…cada vez, ante las muchas veces que olvidamos que somos hermanos.
Desde el siglo XIV y hoy, hay más de doscientas mil cruces en ese monte y más de doscientas mil razones para poner una nueva cruz. Ese es el primer paso de la cuaresma saber lo que ocurre en el mundo e incluso lo hipócrita del mundo cuando por un lado se grita las Bienaventuranzas y por el otro se quiere ser un nuevo Zar.

2º-En la época soviética las Cruces simbolizaban la resistencia Lituana. Se ponían Cruces ante los arrestos, cruces por los más de cien mil muertos y deportados a Siberia y se volvía a arrestar a quien osaba poner otra cruz. En la primavera de 1961 , el gobierno decidió terminar con la colina de las Cruces de una vez por todas. Pasaron bulldozers por encima y las destruyeron…pero no ayudó: nuevas cruces aparecían durante la noche, al principio pequeñas, pero más tarde mayores y mayores aún.
Estalló una verdadera guerra de Cruces y continuaron los intentos de devastar la colina. Los bulldozer siguieron interviniendo durante diez años. Hubo incluso un proyecto de anegar el lugar. Todo fue en vano, noche tras noche volvían las cruces. La Cruz siempre vuelve, no hay ser humano al que no le llegue alguna Cruz, estamos hechos de Palo Santo incluso los más ateos del mundo. Tal vez lo llamen de otra manera: revolución, enfermedad, desconfianza, degradación, indignación… da igual el nombre cada mañana al levantarnos alguien ha vuelto a sembrar nuestra propia colina de cruces. ¿Es la solución derribarlas a golpe de escavadora? Supongo que algunas si, yo he aprendido que aunque la cruz sea grande, de madera, de metal, de soledad, de inmensa tristeza, o del material que sea, conviene integrarla, conviene dejarla en el lugar donde se ha plantado o donde ha nacido: si la arranco siempre sabré que estuvo allí, si la miro demasiado me dolerá más, si solo dejo una, me construirá como un mártir sin serlo.
En esta cuaresma, cuando ya tengo la experiencia de saber que la cruz no es bella sino dolorosa y horrorosa solo puedo seguir el ejemplo de Jesucristo: dejarlas donde están, dejarme crucificar pero con alegría, con motivo, sin falsas pretensiones de nada y con la esperanza de que le pueda servir a alguien. Dios no quiere nuestro sufrimiento, no es un Dios cruel, Dios quiere que sepamos integrar las Cruces como parte de un camino que nos libera a todos.
3º-Todo el mundo lleva su Cruz hasta esta colina: Unos quieren con ella seguir revindicando, otros vienen con ella para pedir por algún ser querido, otros para recordar el fallecimiento de algún familiar, otros la dejan como quien enciende una vela. En realidad no hay sitio en el mundo donde podamos aparcar nuestras propias cruces, ellas viajan con nosotros, se trasladan de casa con nosotros, hay algunas incluso que crecen con nuestras lágrimas. Pero son precisamente nuestras cruces las que nos pueden hacer mejor personas, no digo que no duela, como cuando a los bebés  les salen los dientes, así o más duelen nuestras cruces cuando nacen, sin embargo sin dientes no se puede vivir.
Nuestras cruces no son un sufrimiento en vano cuando las llenamos de sentido. Es más las cruces de aquí, serán escalones en la eternidad. ¡Qué le digan esto a quienes han perdido lo más querido a manos de los más crueles! Pues sí, duele y duele mucho pero su ejemplo y ahora su presencia nos puede ayudar a ser mejores personas. Por esa razón cuando un padre perdía a su hijo en una manifestación contra los soviéticos no tenía ningún miedo en ir a sembrar otra cruz.
4º- Clava en el suelo tus cruces pero no lo hagas jamás en tu corazón y mucho menos en el corazón de los demás.  El 7 de septiembre de 1993 Juan Pablo II visitó la Colina de las Cruces. Allí se encontró con una cruz erigida en 1981, después del atentado a su vida con una inscripción donde se leía “Cristo ten piedad del Papa, Lituania te lo suplica de rodillas”
A su regreso decía en la Audiencia General del 15 de septiembre

“El itinerario de mi visita me condujo a las principales ciudades de Lituania (Vilna y Kaunas), Letonia (Riga) y Estonia (Tallin). Fue una peregrinación a los lugares en los que, de modo especial, se manifestaron la fe, la esperanza y el amor del pueblo de Dios, sobre todo durante las recientes experiencias dolorosas. Entre esos lugares destaca el que se halla situado en las cercanías de la ciudad de Siauliai: es conocido como la colina de las Cruces. Se trata de un pequeño altozano adonde, ya desde el siglo pasado, y sobre todo durante los últimos tiempos los lituanos llevaban el testimonio de sus múltiples sufrimientos (deportaciones, encarcelamientos, persecuciones) bajo forma de grandes o pequeños crucifijos. De este modo, en torno a la cruz de Cristo ha ido creciendo un bosque de cruces humanas, que ha cubierto la colina….El encuentro en la colina de las Cruces fue una experiencia conmovedora. Ese lugar nos recuerda que continuamente el hombre «completa [...] lo que falta a las tribulaciones de Cristo», según las palabras de san Pablo (Col 1, 24).
Después de esa visita, a todos nosotros nos parecía más clara la verdad que expresó el concilio Vaticano II, a saber, que el hombre no puede comprenderse profundamente a sí mismo sin Cristo y sin su cruz (cf. Gaudium et spes, 22). A este respecto, la colina de las Cruces es un testimonio elocuente y una advertencia. La elocuencia de ese santuario es universal: es una palabra escrita en la historia de la Europa del siglo XX”
Juan Pablo II me busca también en esta Cuaresma, él supo donde plantar el dolor de su atentado y lo plantó en el perdón. ¿Cómo se puede sin el perdón bajar esta colina? No puedo plantar todas las cruces del mundo en mi corazón, tal cosa me destruiría, me levantaría llorando y me acostaría llorando. No puedo, tampoco, plantar mis cruces en los que más me quieren, si lo hiciera, les destruiría a ellos. Llevo mis cruces a la Colina de las cruces y al llegar allí, un silencio se apodera de mi, pedir por todas las cruces aquí sembradas me parece algo absurdo, desconozco sus motivos y lo que hago es rezar por la cruz de uno de los hermanos que nos acompaña en esta peregrinación. Otro siembra una cruz en nombre todos los  peregrinos, otro nos ha construido una cruz  con palillos para cada uno, desde la iglesia donde celebramos la misa nos pide que nos la acerquemos a los ojos, desde tan cerca parece que la única Cruz que existe en el mundo es la de cada uno, según nos la vamos separando aparecen las cruces de la colina. El retablo de esta Iglesia es un trozo de cristal que enseña la cara norte de la colina.
Ningún día sin cruz, pero ninguna cruz sin alegria.


miércoles, 19 de marzo de 2014

DIALOGO CON OTRO PEREGRINO. TIERRA SANTA 15-22 de ENERO

DIALOGO CON OTRO PEREGRINO

TIERRA SANTA - 15-22 de enero de 2014.

Madrid 15 de enero de 2014, Terminal 4 del aeropuerto Bajaras. Cerca de las ventanas de la compañía El Al,  Emilio y Pilar acogen con cariño a los peregrinos del grupo Ain Karen. También empezamos a acercarnos unos a otros. De repente vi a una persona conocida y muy querida, un gran amigo y me di cuenta de que tenía el bolso de Ain Karen: le pregunté
-    ¿Vienes a Tierra Santa con este grupo?
-    Claro que sí, me contestó.
-    Tú has ido varias veces a Tierra Santa ¿no?
-    Sí pero siempre me hace bien volver.
-    Podremos dialogar ¿verdad? Tu manera de ver y pensar siempre me ha llegado muy dentro.
-    Cuando quieras, Paquita. A mí también me gusta conversar contigo.
Así empezó el diálogo con este otro peregrino del grupo. Sentí una alegría inmensa.
Después de los trámites del embarque, emprendemos el viaje Madrid-Tel Aviv. En el avión, empecé a leer el libro de Emilio “Navegantes de la fe”. Se acercó mi amigo
-    Hola ¿Cómo te va el viaje?
-    Bien. ¿Has empezado el libro de Emilio? le pregunté.
-    Sí, y me gusta, me dijo. Se siente la experiencia profunda de un hombre de fe que la quiere compartir.
-    ¿Sabes? me cuesta emprender este viaje. Siento resistencia. Me parece que podría encontrar a Dios sin ir allí.
-    Te puedo asegurar de que no te vas a arrepentir. Tengo la experiencia y además te conozco... ¿Te puedo dar un consejo?
-    Claro que sí.
-     Abre tu corazón y verás.
-    Gracias.
Su respuesta me dio a pensar pero ya estaban anunciando el aterrizaje y volvió a su asiento. Estábamos llegando a Tierra Santa. En el bus que nos llevaba al Hotel Marina de Tel Aviv, alguien entonó. “Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor”. Me conmovió pues este mismo salmo me había acompañado en mi preparación personal a la peregrinación. Se lo compartió a mi compañero y me dijo que a él también le había siempre gustado este salmo; añadió:
-    Ves cómo Dios ya está contigo en esta peregrinación.
Me había adivinado el pensamiento; ¡qué amigo! Era verdad, muy dentro de mi corazón, sí que deseaba aprovechar este viaje para sentir y gustar la presencia de Jesús en su país. Lo que pasa es que no me sentía capaz de admitirlo.
Por la noche, tuvimos una primera reunión del grupo. Nos presentamos y empecé a sentir cariño para estas personas por la mayoría desconocidas. Emilio nos invitó a formar comunidad y esta invitación me gustó.
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La mañana siguiente, estaba saliendo de la habitación y me encontré con mi amigo.
-    ¿Qué tal has dormido? me preguntó en tono alegre.
-    Casi no he dormido, le dije. Estaba luchando con mis resistencias. Luego pensé que toda peregrinación tiene una dimensión penitencial y tomé mi desvelo como parte de la penitencia.
-    Vámonos a desayunar, me dijo como única respuesta.
Este día 16 de enero, fuimos primero a Jaffa o Joppe, Cesárea Marítima y Haifa. Los dos primeros lugares están relacionados con Pedro. Lo que cuenta Hech. 10, 23-48 tuvo lugar en Jaffa (la visión del mantel bajado del cielo) y en Cesárea Marítima (la ida de Pedro a la casa de Cornelio). En Jaffa visitamos la iglesia de San Pedro donde me gustó la representación de su visión. En Cesárea Marítima, visitamos las ruinas de la residencia de Poncio Pilato. Llama la atención la inmensidad de este palacio que el mar se está ahora comiendo. Lo de Haifa se me ha borrado. Me acuerdo solamente de la mención de “Stella Maris” y del santuario a la Virgen del Carmelo. :
-    ¿No es maravillosa la manera de Dios? dijo mi amigo. Dios habría podido elegir Cesárea Marítima para enviar a su Hijo pues esta gran capital tenía todos los datos para esto pero eligió Nazaret  y Belén. Por otra parte, Pedro habría podido encerrarse en su cultura judía pero Dios le pidió abrirse al mundo de Cesárea Marítima. Hoy, el palacio no existe e incluso sus ruinas están desapareciendo en el mar. ¿No te parece extraordinaria la lógica de Dios?
-    ¡Qué sabio eres! le dije.
Y ahora que me acuerdo de estos lugares, cierro los ojos y veo las ruinas del palacio, el mar, la piedra con la inscripción diciendo que Pilato fue prefecto de la Provincia de Judea del año 26 al año 36 y se me hace muy viva la encarnación: Dios ha venido en nuestra tierra, aquí en este país y ha pasado de su eternidad a nuestro tiempo.
Luego, atravesamos la Galilea hacia Nazaret. Allí, nos detuvimos más tiempo y tuvimos distintas actividades.    
Visitamos la iglesia griega ortodoxa San Gabriel donde se venera la memoria de la Virgen de la Fuente. Según una tradición apócrifa, María recibió la visita del Ángel cuando estaba tirando agua de la fuente. Esta tradición me gusta. Me habla de María como mujer del pueblo, activa, “cotidiana”, encarnada como el hijo que va a recibir en su seno, el Dios encarnado.
Fuimos luego a la iglesia de la Anunciación y allí, tuvimos nuestra primera Eucaristía. Por supuesto, los textos fueron los de la Anunciación. En la homilía, nuestro compañero sacerdote nos recordó que Dios nos ha pensado, querido y elegido. Estas tres palabras se me han gradado. Después de la homilía, las 5 religiosas, renovamos nuestros votos, nuestro “sí” al Señor y el grupo nos ofreció un rosario como recuerdo de este acontecimiento. Fue todo muy fraterno, cariñoso y profundo.
-    ¿Sabes amigo? Estoy convencida de que nuestro sí se encarna en cada situación. En este momento, he sentido que el Señor me llamaba a estar en Tierra Santa, a acoger este regalo con paz. Le dije “sí” pero  sin mucha consolación.
-    Me alegro, Paquita, me dijo y, con un guiño añadió: Dios te está trabajando... ¿no? Déjale hacer.
Después de la misa, bajamos a la cripta donde hay una gruta que sería el lugar de la casa de María. Providencialmente, no había casi nadie y pudimos quedarnos un buen rato en oración. Con mucho gusto me di cuenta de que mi amigo estaba sentado a mi lado. Me quede en silencio, sin palabra ni pensamiento pero con una paz grande: me habría quedado mucho más tiempo, allí, dejándome empapar por el misterio de la Encarnación. La presencia del amigo hacía más intensa esta experiencia de “sentir y gustar internamente” este misterio de salvación.
Vimos también unas excavaciones que identifican como el taller de José. Se trata de una gruta. Llama la atención la sencillez y pobreza. Allí habría vivido Jesús casi 30 años…
Continuamos el viaje en Galilea con el bus hacia Tiberiades. Llegamos allí ya de noche (que cae alrededor de la 5:30 cada día) y fuimos directamente al Lago. Subimos en una barca y tuvimos un buen rato de oración personal y comunitaria en el mar. Lo que tenía que ser una hora fue acortado pues se levantó el viento y volvimos al pequeño puerto.
Durante la oración, miraba el agua y experimenté un fuerte acercamiento a Jesús que navegó tantas veces en este mismo lago. Muchas cosas han cambiado desde 2000 años pero el lago es el mismo. Mi amigo se me acercó. Respetó mi silencio pero me murmuró:
-    No mira detrás Paquita, mira al futuro.
-    No sé porque me dijo esto y no se lo pregunté pero le sonreí pues su frase me había dado mucha consolación. Luego le dije: Aunque el viento se levantara un poco, me habría gustado seguir aquí; me gusta el mar movido.
-    A mí también pero a veces nos olvidamos cuando se levanta un viento en nuestra vida…
Nos alojamos en el Restal Hotel en Tiberiades. A partir de este día, dormí bien todas las noches de la peregrinación.
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Todo el día 17 de enero, lo pasamos alrededor del Lago, en los distintos lugares mencionados en los Evangelios.
-    Has hecho este recorrido andando alguna vez, ¿verdad? Me gustaría a mí también.
-    Tal vez tengas esta oportunidad ¿quién sabe? Pero se puede vivir la experiencia muy bien desde el bus…
-    Ves que te comparto mis sentimientos. ¿Me vas a compartir los tuyos?
-    ¿No es esto la amistad?
Fuimos primero a Cafarnaúm dónde Jesús predicó tanto. Nos enseñaron las ruinas de dos lugares ubicados al lado uno de otro: la sinagoga y la casa de Pedro. Lo que me llamó más la atención es el tamaño de la casa de Pedro: muy pequeña. No sorprende que Jesús, al entrar, se enteró enseguida de la enfermedad de la suegra de Pedro. El guía nos enseñó otras casas y nos explicó cómo eran construidas y cómo se habría podido quitar el techo para pasar por allí el paralítico mencionado en Mc 2, 1-12. Leímos allí este texto. Después, compartimos un poco, mi amigo y yo.
-    No siempre estoy de acuerdo con las afirmaciones de nuestro guia pero me gusta la intensidad de sus convicciones, dije.
-    Tranquila, puedes opinar distinto. Es verdad que el conjunto transmite el “espíritu” de los lugares y esto es mucho más importante.
-    No intento acordarme de los detalles de arqueología pero cada vez que nos explica que hubo una iglesia bizantina y luego una cruzada y a veces otra más moderna, me transmite el mensaje de que desde siempre los cristianos han querido venir aquí.
-    ¿Qué te parece este deseo? ¿Por qué piensas esta tierra ha siempre atraído a los cristianos?
-    Pienso que necesitaban “tocarla”, “pisarla” para ponerse en contacto con lo que se ha vivido en este lugar donde se encarnó el Hijo de Dios. Todavía no siento la necesidad de tocar un lugar.  
-     Estás en camino Paquita.
Luego, referiendose al pasaje evangélico que leimos, Emilio nos invitó a contemplar la fuerza de la amistad. ¡Cuánto sentía esta amistad de parte de mi compañero y cuánto la quería transmitir a los otros miembros del grupo y a muchos otros después!
De allí, fuimos al Monte Tabor. Subimos con el bus hasta un cierto punto. Desde allí, hay que tomar camionetas locales para subir hasta arriba. La subida y la cumbre ofrecen una vista impresionante de la campaña alrededor. Sólo esto ya llena el espíritu y el corazón de presencia de Dios. Visitamos la iglesia de la Transfiguración que tiene tres capillas, recordando la palabra de Pedro: hagamos tres tiendas. Leímos el texto de la transfiguración (Mt 17,1-13) y tuvimos un rato de oración personal. Me detuve un buen rato en la capilla de Elías pues tengo un cariño especial a este profeta.
Durante todo el tiempo de subida y estancia allí arriba, tenía una pregunta en el corazón. La compartí con mi amigo:
-    ¿De qué hablaría Jesús con los tres discípulos cuando subía y bajaba? Viendo el tiempo que necesitamos para subir, me imagino que andando, tardarían mucho tiempo.
-    Es buena pregunta. Yo, la vez que subí andando, me impactó el silencio, la majestad de la montaña, el aire puro. Atrae a Dios, a lo que Él es de verdad y a lo que nos llama. Es como si se te revela tu identidad profunda, tu verdad. En otros momentos de la subida, la vista invita a recorrer toda la historia de este Dios con su pueblo. Es como si la subida me preparaba para lo que iba a pasar en la cumbre. Pero estoy hablando demasiado. Tú, conservas tu pregunta y quédate a la escucha.
Y sí, esta pregunta alimentó mi oración y se me grabó en el corazón: si tengo la oportunidad de dar Ejercicios Espirituales, la utilizaré pues de verdad ayuda a entrar en oración.
Después de bajar de la montaña, fuimos a otro lugar bien significativo: Tabgha, dónde se recuerda la multiplicación de los panes. Allí, no hay mucho que “ver” pero es un lugar con un jardín precioso. Sería ideal para hacer un retiro. Allí, tuve muy presente en el corazón y la oración a una persona querida a quien la palabra “Tabgha” habla de manera especial.
De allí, nos fuimos al Monte de las bienaventuranzas. Es un lugar que conserva un aire de naturaleza que ayuda a entrar en contacto con Jesús y a escuchar hoy su sermón del Monte. Visitamos la iglesia pero no me ha marcado mucho. En el gran jardín, hay varios puestos donde se puede rezar con cada una de las bienaventuranzas y celebrar la Eucaristía al aire libre. Allí tuvimos nuestra secunda misa como grupo peregrino. Después de misa, tenía muchas ganas de hablar con mi amigo pues había vivido una experiencia muy especial.
-    ¿Has visto que conversé bastante tiempo con …….? Me abrió su corazón, me contó cómo se sentía hoy y me explicó una situación familiar que la hacía sufrir mucho. En el momento, no supé qué decirle pero no me la quito de la mente; quisiera ayudarle a enfocarlo desde el perdón pero…
-    Sí, te he visto. Pienso que tu escucha ya fue ayuda y estoy seguro de que la has tenido muy presente durante la Eucaristía.
-    Una cosa me llamó la atención: estábamos en el rincón llamado: “Bienaventurados los que lloran”. ¡Qué apropiado para ella! También en el momento de la paz, le di un abrazo muy fuerte.
Seguimos el recorrido con la travesía del lago en barca. Leímos allí el texto de Mt 1, 16-20. La experiencia fue similar a la de la noche anterior pero un poco más largo y haciendo todo el recorrido de ida y vuelta.
Al desembarcar, vi algo que me toco la imaginación espiritual y lo compartí con mi amigo:
-    Mira, le dijé. Una barca pequeña amarrada al pontón. Dos pescadores, uno mayor y otro joven limpiando las redes y sacando los peces para la venta. Pienso que Pedro y Juan eran así, trabajadores fuertes, metidos de lleno a su tarea, sin nada que habría podido dejar adivinar la elección de Jesús.
Se rió y dijo:
-    En versión moderna, es verdad que sería lo que mejor se acerca a la historia de Pedro …  Vámonos a comer pescado del lago.
Fuimos también a Cana. En la iglesia, justamente tenía lugar una misa de matrimonio y nos detuvimos poco. Visitamos la cripta y allí leímos el texto evangélico y recordamos a todos los matrimonios que conocemos.
Terminamos el recorrido del día en el lugar que recuerda la primacía de Pedro o dicho de otra manera, el encuentro de Jesús con los discípulos en la orilla del Mar después de la resurrección. Contemplamos allí la puesta del sol en el lago y tuvimos un tiempo para orar personalmente. Aquí también, es el silencio que mejor ayudó mi oración. Una pregunta un poco estraña me habitaba:
-    ¿Por donde llegó Jesús a la orilla para hablarles a los discípulos que estaban todavía en la barca? Es una playa pequeña.
Como si mi amigo me había oído pensar, se acercó y dijo:
-    No es estraña tu pregunta Paquita. Primero, seguramente la playa era mucho más amplia y no había construcciones ni casas allí, ni la iglesia donde hay una roca que dicen fue donde Jesús preparó el desayuno para sus amigos. Pero tu pregunta me dice algo mucho más importante.
-    A ver, ¿qué descubres tú en esto?
-    Tu búsqueda de Jesús. Tu pregunta es una búsqueda de Jesús. Me encanta.
Me llegó muy dentro la reflexión de mi amigo pero cambié la conversación porque estaba demasiado impresionada.
-    ¿Sabes? Este lugar me recuerda a mi padre. Un año, para la Pascua, le había enviado una felicitación con una representación y un comentario de esta escena. Durante mucha tiempo después me hablaba mi padre del Jesús de la orilla.
Nos alojamos en el Restal Hotel en Tiberiades. Por la noche, desde el Hotel, se podía bajar hasta el lago andando. Fui dos veces. Antes de cenar fui con una compañera y mi amigo. Nos encontramos con un Pastor de la Iglesia de Escocia. Nos dijo que tenía una comunidad cristiana muy pequeña: dos o tres personas. Cuando lleguemos lo más cerca posible del Lago, nos sentamos allí, mirando el agua o más bien contemplé la noche adivinando el agua. Pensaba en este Pastor y en Jesús: la evangelización no es cuestión de números pero cuánta fe se necesita para seguir sin pescar nada en la noche.
Después de cenar fui con otra compañera y nos encontramos con otros del grupo. Era sábado, el Sabbath de los Judíos: prácticamente nadie en las calles, ni coches ni peatones. Todos estaban celebrando en sus familias el comienzo de su Sabbath. Observamos una menorah iluminada a mitad de la montaña. Me maravilla la perseverancia de este pueblo que sigue esperando al Mesías. Estamos en su país y tenemos el mismo origen pero tan lejos todavía la comunión.

Empezamos el día 18 de enero bajando a la orilla del Jordán. Es un río pequeño. Bajamos hacía el agua y leímos el relato evangélico en Mt 3, 13-17. Luego, renovamos las promesas de nuestro bautismo y cada uno se presentó al sacerdote quien nos versó agua del Jordán en la cabeza. Fue un gesto muy bonito y significativo. No pudimos quedarnos mucho tiempo a rezar allí pero me llené la mirada del entorno del río, de la vegetación, del recuerdo.
-    Me impactan más los lugares relacionados con un punto de naturaleza. Es como si me acercaran más al Jesús histórico porque estos elementos han cambiado poco a lo largo de los años.
-    Tal vez hay un motivo más profundo Paquita. Lo que estás diciendo, ¿no sería que se te está desarrollando esto del “tocar”? En la naturaleza, puedes tocar de manera más inmediata la realidad de hace 2000 años. ¿Responde a algo en ti?
-    Ah! sí, claro que sí. Pienso que se me está abriendo el corazón y eres la mediación. Gracias amigo.
El viaje siguió hacia la Judea. De la fértil Galilea, pasamos a la inmensidad del desierto de Judá, montañas de piedra. Paramos a Jerico, oasis dentro de este desierto dónde tuvieron lugar muchos acontecimientos de la vida de Jesús. La Eucaristía de este día, la celebramos en la única parroquia católica de la ciudad. El compañero sacerdote que presidia aprovecho la homilía para compartir una experiencia personal muy bonita y nos unimos a su acción de gracias.
Subimos en funicular al Monte de las tentaciones. El paisaje de este desierto de roca es impresionante. No se sabe si el relato de las tentaciones es histórico o si recoge en una única escena, la experiencia de toda la vida de Jesús; me inclino en la secunda alternativa pero de toda manera, la vista del desierto ayuda a situar la realidad de la tentación en su vida y en la nuestra.
-    ¡Qué aridez! le dije a mi amigo. Da miedo pero a la vez me hace comprender la necesidad de estar muy centrados en Dios en momentos de tentación.
-    Tienes toda la razón y es lo que dicen los textos evangélicos de las tentaciones: agararse a la Palabra de Dios, a la misión encargada por el Padre, a la lógica de la pobreza.
-    Y por otra parte, abajo, en el Jérico- oasis, se venden los mejores dátiles…
Arriba, hay un monasterio ortodoxo. No pudimos visitarlo pues era la Epifanía de los Etíopes y había una gran multitud de peregrinos de ellos. En lugar de subir con el funicular, los hombres subían escalando la montaña mientras las mujeres cantaban y bailaban abajo.
-    Me interpela la fe de la gente de otras creencias. Me gustaría poder conversar en profundidad con ellos. Estoy segura de que tendrían mucho que enseñarme.
-    Estoy de acuerdo contigo. La experiencia de Dios no tiene fronteras. Son los humanos quienes construyen barreras y muros y también desviaciones.
El guía nos dijo que algunos árboles tienen muy larga vida como los olivos por ejemplo pero que no es el caso de los sicómoros. Por supuesto, ya no existe el sicómoro de Zacheo pero existe un solo sícomoro en Jerico y, para recordar este encuentro de Jesús, hicimos allí una breve parada. Luego recordó el pasaje y parafraseo diciendo: Jesús le dijo: baja de tu árbol. Esta frase fue para mí la gracia de la peregrinación, el momento clave. Cuando estábamos allí, al lado del sícomoro de hoy, le conté mi experiencia a mi amigo quien por lo visto no se sorprendió nada pero se alegró un montón.
-    Cuando oí esta frase: “baja de tu árbol”, es como si Dios se me había aparecido, gritándome a todo gritar y a la vez abrazándome con una ternura inmensa.
-    Pienso que es lo que se llama “consolación” en el sentido más fuerte de la palabra.
-    Es Dios que me decía: Baja de tu árbol a “esta” tierra: deja tus resistencias, tus prevenciones; acepta la gracia, el regalo de esta peregrinación y de mi presencia contigo. Baja de tu árbol de soberbia: quiero ir a comer contigo…
-    Baja con alegría, no con la desesperación que habías sentido cuando pensabas en el recién pasado que te da vergüenza; baja ahora a la vida ordinaria, baja del puesto que te había dado la responsabilidad y vuelves aquí con todos…
Mi amigo había continuado describiendo mis sentimientos exactamente como si había estado dentro de mí. Estaba yo como en otro planeta; me sentía lígera, libre, feliz.
-    Gracias Señor dije, ya sin saber si se lo decía a Dios, a mi amigo, al guia o a Zacheo.

Seguimos el viaje y nos paramos a Qumran. Visitamos el sitio donde se encontraron los manuscritos de los Esenios. Se pueden ver desde lejos algunas de las grutas donde estaban escondidos los manuscritos. También se pueden observar los lugares de las abluciones rituales muy importantes en el ritmo de vida de los Esenios. Pensaba: qué amor a la Palabra tenían estos Esenios para instalarse en este desierto de piedra, bajo un sol de justicia y en condiciones tan difíciles.

Fuimos después al Mar Muerto donde algunos se bañaron. Puse sólo los pies. Dicen que el agua es curativa y se hacen muchos cosméticos a base de ella; sin embargo, estar dentro me ha dejado una sensación poco agradable.
Siguiendo nuestro viaje, paramos a Betania. Visitamos la iglesia que recuerda los acontecimientos relacionados con la amistad de Jesús y la familia de Lázaro, Marta y María. Pero yo estaba todavía con ”baja de tu árbol” y aproveché menos de la visita a Betania.
La distancia de Betania a Jerusalén es de 3 km pero a causa del muro construido para separar Israel de Palestina, tuvimos que recorrer unos 20 km. Durante este trayecto, me acordé de lo que dice San Ignacio: durante sus últimos días, Jesús iba cada día de Betania a Jerusalén y le pregunte qué tenía dentro mientras iba en este camino. Aquí también me gustaría recorrer este trozo andando. Se lo comenté a mi amigo y sentí que se estremecía mucho. No insistí. Seguramente vivió algo muy especial cuando lo anduvo caminando antes de la construcción del muro.
Tal como previsto sabiamente por Emilio y Pilar, llegamos a Jerusalén antes de la puesta del sol. Nos fuimos arriba del Monte de los Olivos pues desde allí, hay una maravillosa vista panorámica de la ciudad. Cantamos “Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor”. El guia nos dio una primera explicación de la ciudad. Se podía sentir gran entusiasmo en todo lo que decía. Miré a mi amigo y percibí sus sentimientos mezclados.
-    ¡Cuánto quieres esta ciudad! le dijé.
-    Sí, muchísimo. Mucho más que el guia… Yo también tengo antepasados judíos.
Y me volvió a repetir lo que el guia nos había comentado, añadiendo detalles de su propia experiencia. Mi corazón se llenaba de sus sentimientos mezclados al llegar a Jerusalén.
Nos alojamos en el Ambassador Hotel en Jerusalén hasta el final de la peregrinación
Por la noche, se nos ofreció la posibilidad de hacer compras en una cooperativa familiar cristiana de Belén. Al volver, conversamos un buen rato pues algo me había golpeado mucho.
-    ¡Cuánto el guia insiste sobre la situación de los cristianos de Tierra Santa!
-    Claro, es su realidad cotidiana.
-    Nunca se me había ocurrido pensar que son tal minoría… ¡Qué misterio! Me interpela. No sé a qué pero sí que me llama a algo. En la tienda, claro que los precios eran altos pero me motivaba pensar que por lo menos, al comprar, estaba apoyando a estos cristianos aislados que maintienen “cristiano” algo de la Tierra de Jesús.
-    Te he visto contemplar las imágenes de madera de olivo.
-    Sí, contemplar no cuesta nada. Claro que se me acercaron los vendedores al verme tal interesada por los objetos caros… pero no tenía dinero… Me interesé especialmente en dos cosas: el lavatorio de los pies y Jesús con los niños. Las esculturas eras preciosas. ¡Cuánto le habría gustado a una amiga mía! Al salir de la tienda, nos encontramos con niños que vendían cosas de menos valor pero compré algo.
-    Tienes razón, los cristianos de aquí son importantes, también los niños. Cuando el guía nos preguntó en broma las tres personas importantes nacidas en Belén y que la respuesta era “David, Jesús y yo”,  pensé: Dios utiliza los que quiere para hablarnos.
-    Impresiona también el pasar la frontera entre Israel y Palestina. Lo hicimos fácilmente con el bus pero para los Palestinos, parece que es un constante desafío. Que venga la paz.
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Empezamos el día 19 de enero en Ain Karen. Hay que subir bastante para llegar a la iglesia que recuerda la visitación. Allí leímos el texto evangélico de Lc 1, 39-56 y tuvimos un tiempo de oración personal. Fuera de la iglesia, se encuentra el texto del Magnificat en un gran número de lenguas. Una escultura moderna me llamó la atención: María e Isabel que se abrazan y los dos vientres se tocan: me habló de la comunión de las dos mujeres  a través de sus hijos.
Al bajar de la colina, visitamos la iglesia de San Juan Bautista. Compartí con el grupo que Juan tiene un significado particular para mí pues nací el 24 de junio. Al decir esto, el grupo me manifestó su cariño. Gracias a todos. Una amiga me ofreció comprarme algo. Eligi una postal con un icono que me gustaba. Como no entendía la frase, le pregunté a otro del grupo. Pidió la información a un compañero suyo por correo electrónico y el día siguiente, me dijo que dice sencillamente: nacimiento de Juan Bautista. Me gustaría encontrar la explicación del icono pero no la he encontrado todavía.
De allí, nos fuimos al Museo de Jerusalén. Interesan dos cosas. La primera, una inmensa maqueta de la ciudad de Jerusalén. El guía nos había anunciado esta maqueta y con su explicación, pudimos situarnos en los lugares mencionados en el Evangelio; se puede evaluar las distancias, identificar los sitios, entrar más a fondo en lo que Jesús vivió especialmente durante la pasión. La otra cosa interesante del Museo es la exposición de los documentos de Qumran, especialmente el libro de Isaías que está conservado casi integralmente.
Seguimos nuestro recorrido. En camino, nos explicaron el significado de la menorah y paramos un rato para ir a ver una inmensa menorah colocada en frente al parlamento. Mi hizo pensar en la importancia de los signos en todas las religiones y tal vez para el ser humano como tal.
Luego nos fuimos a Belén. Visitamos la gruta del nacimiento y la del pesebre. Había mucha gente y muchas expresiones de devoción de parte de todos tipos de personas. A primera vista no me inspiraba mucho, tal vez a causa de la muchidumbre. Sin embargo, hay algo allí en esta gruta que llega muy dentro. Después de pasar a arrodillarme delante del lugar que recuerda el nacimiento de Jesús, me quede detrás un buen rato; el silencio expresa mejor mis sentimientos de adoración. Un grupo cantó y de repente nos obligaron a salir.
Tuvimos la Eucaristía cerca de allí en la cripta de San Jerónimo. Fuimos luego al lugar llamado “campo de los pastores”. Allí, hay una iglesia más bien moderna: me gustó el conjunto de los tres murales que recuerdan el anuncio de los ángeles a los pastores, la adoración de los pastores y el anuncio de los pastores a todos los que encontraban. Fuimos también a la Gruta de la leche que recuerda una tradición: la Virgen dando de beber al Niño durante la huida a Egipto.
En el camino de vuelta al hotel, conversamos un poco.
-    Tengo la impresión de que no estoy capaz de seguir el ritmo de las visitas. En cada lugar siento que me quedaría más tiempo para empaparme de lo que dice pues cada lugar habla;  necesitaría contemplar largamente.
-    Te recognozco Paquita, siempre eres así. Es normal que vayamos de prisa si queremos ver muchas cosas. Pero sé que estás dejando que los lugares y momentos te lleguen muy dentro. Luego podrás volver a todo esto para sacar provecho. Y quien sabe, tal vez volver a venir a Tierra Santa…
Por la noche, tuvimos una hora de adoración en la capilla de las hermanas de Sion que cuidan del lugar del Lithostrotos y luego visitamos este lugar. Fue para mí una experiencia espiritual fuerte.
Tuvimos que caminar bastante para volver al bus. Sentí cansancio y dolor. Tenía la impresión de que los demás caminaban muy de prisa. De repente, un compañero del grupo que estaba delante se volvió y me ofreció su brazo. Lo agradecí mucho y esto me permitió seguir sin el cansancio anterior. Lo comenté con mi amigo.
-    La casa de estas hermanas está ubicada a una esquina de la Via Dolorosa. Fue la primera cosa que me toco el corazón. Viven allí y acogen a grupos. Es una misión preciosa. Me hace entender el gran deseo de una amiga mía de tener una casa en Jerusalén. Aquí le he pedido a Dios la gracia de entrar en los sentimientos de Jesús durante su pasión.
-    Te he visto tocar la piedra del Lithostrotos. No pienso que lo hayas hecho solamente porque los otros lo hacían…
-    Tienes razón. Por primera vez me dio consolación tocar esa piedra pues sentí que este lugar era genuino, real. Tocarla me trasladaba 2000 años atrás…
-    ¿Y lo del brazo?
-    Ai amigo, ¡cuánto me adivines! El poder apoyarme en el brazo de …. me hizo sentir hasta qué punto no puedo avanzar sóla en el camino del Señor y menos en el camino de su pasión.
-    ¿Sabe este compañero lo que te ha hecho vivir con su gesto fraterno y cariñoso?.
-    Se lo agradecí después pero es verdad que no conoce el empacto espiritual de su gesto.
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Pasamos la mañana del día 20 de enero en el Monte de los Olivos. Empezamos arriba y fuimos bajando andando, parando en los lugares más significativos. Fue una de las mañanas más intensas para mí. El hecho de ir camiando me ofrecía lo que había buscado muchas veces: un espacio para ir integrando lo que vimos.
En la cumbre, vimos el lugar donde se recuerda la ascensión del Señor. Pensé en lo que dicen de San Ignacio que quería volver para ver en qué dirección iba el pie que se ve en la roca.
Visitamos la iglesia del Padre Nuestro. Allí, rezamos juntos esta oración de Jesús, cada uno en nuestra lengua. De hecho, allí, en las paredes, está escrito el Padre Nuestro en un gran número de lenguas. Tomé la mano de mi amigo que estaba a mi lado en este momento y oí que rezaba en una lengua que no conocía.
-    ¿En qué lengua has rezado?
-    En arameo. Aprendí esta lengua hace mucho tiempo y siempre me gusta rezar el Padre Nuestro en la lengua original.
Paramos después en el lugar donde se recuerda el llanto de Jesús sobre Jerusalén. Desde este lugar, hay de hecho una magnifica vista de toda la ciudad. Se comprende que Jesús, mirando desde allí tuvo estos sentimientos. Este lugar me ha llegado al corazón de manera especial. Mi amigo se acerco y me dijo:
-    Mirando hoy a Jerusalén, ciudad tan divida tanto a nivel político como religioso, los mismos sentimientos brotan y también el mismo deseo de reunir a todos como la gallina reúne a sus pequeños.
-    Justamente pensaba lo mismo. Me recuerda la contemplación ignaciana de la Encarnación: la Trinidad  mirando al mundo y decidiendo la redención.
Seguimos bajando. Anoche, en el Lithostrotos, nos habían invitados a acercarnos al sacramento de la reconciliación. No lo hice en este momento pero pensé que se lo pediría a uno de los compañeros sacerdotes en este camino del Monte de los Olivos. Lo hice y fue precioso cómo Dios me manifestó su perdón y cariño a través de este compañero del grupo.
Bajando, llegamos luego al Huerto de Getsemani, otro lugar que me ha marcado mucho.Hay algunos olivos bimilenarios que tal vez han testimoniado la agonía de Jesús. El lugar invita a la oración. La misma iglesia también. En la parte de delante, hay una gran roca que se venera como la en la que Jesús vivió su agonía. Me dio consolación tocarla y besarla. Nos dejaron un buen rato y lo pasé rezando mirando los olivos y dejando que los sentimientos de Jesús me invadan. Pensé: si hay un tiempo libre, volveré aquí.
En un lugar de esta bajada, vimos una escalera en la piedra, descubierta hace relativamente poco tiempo. Parece que era la única manera de subir y bajar del Monte de los Olivos al tiempo de Jesús. Seguramente Jesús habrá utilizado esta escalera muchas veces. La contemplé para que se me quedé en la retina.
Visitamos también el lugar donde se recuerda la muerte de la Virgen.
Este día, volvimos al hotel para comer y me ha ido bien para asimilar la vivencia de la mañana.
Por la tarde, fuimos al Monte Sion.
Visitamos el lugar que recuerda la tumba del Rey David aunque nuestro guía nos dijo que no puede ser allí pues esta parte de la ciudad no existía al tiempo de David. Visitamos también la iglesia de la dormición de la Virgen.
Fuimos a la iglesia del Gallicantu que recuerda la negación de Pedro. Vimos y fuimos a la fosa donde tal vez se ha bajado a Jesús durante la noche del jueves al viernes santo. Hoy se puede bajar con una pequeña escalera pero a Jesús, lo habrían bajado por un agujero en la roca. Allí rezamos: realismo de la noche de angustia de Jesús.
-    ¿Qué vivías dentro Jesús aquí en esta fosa? Pensé
-    Mucho amor, contestó mi amigo.
-    Y lucha interior como en Gethsemani, seguro.
-    Y sobre todo mucho amor, repitió mi amigo.
Tuvimos la Eucaristía en el cenáculo de los Franciscanos. Fuimos después al lugar del cenáculo verdadero donde Jesús vivió la última Cena. Allí, los sacerdotes de nuestro grupo renovaron sus promesas.
-    ¡Qué pena la escena que testimoniamos justo en el cenáculo. Este grupo que gritaba como si su oración fuera no sé qué espéctaculo o manifestación violenta. Me daba pena y miedo.
-    Hay distintas maneras de expresar la oración Paquita, lo sabes.
-    Pero esto, dudo que esto sea oración…
-    ¿Cómo lo sabes? ¿Has visto la manera respectuosa de nuestro guia pidiéndoles que terminen?
-    Bueno… Me imaginaba el Cenáculo un lugar donde se podía rezar de verdad.
-    ¿Has notado que cuando renovaron sus promesas los sacerdotes, la gente alrededor su unió a nuestro grupo?
-    Es verdad. De toda manera, el Cenáculo no me deja recuerdo consolador…
Por la noche fuimos a un espectáculo de Luz y Sonido sobre la historia de Jerusalén. Tenía lugar en la torre de David. Empezaba con la creación y luego, después del Rey David, las etapas de la historia de esta ciudad que fue tantas veces golpeada por la violencia y que siempre se remontó. Termina el espectáculo con una invitación a rezar por la paz en Jerusalén. Estaba sentada al lado de un compañero del grupo. Entercambiamos pocas palabras pero me hizo percibir más a fondo a este compañero nuestro que había visto muy interesado en hacer preguntas al guia pero que a mí, compartió algo más profondo del porque había vuelto a Tierra Santa.
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El día 21 de enero por la mañana, recorrimos la Via Dolorosa donde rezamos el Via Crucis. Impresiona por dentro. De hecho, por fuera, es una zona bastante movida. Nos encontrábamos con niños que se iban al colegio, vendedores, gente que iba a sus cosas. Nos dijeron que es una zona un poco peligrosa y vigilada por cameras. Nosotras hicimos nuestra Via Crucis con sencillez.  Internamente, pensaba: cuando Jesús subió esta cuesta, era un poco igual. Todos iban a sus cosas sin darse cuenta de lo que estaba pasando en sus calles. Me tocó animar la quinta estación: El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz. Le pidé a Jesús la gracia de poder ayudarle a Él en los que encuentro. Y me acordé de la ayuda recibida el día anterior y se me hizo muy fuerte el que podamos ser Cireneos unos de otros.
Después, fuimos en la iglesia del Santo Sepulcro y vimos el lugar del calvario y la tumba de Jesús. Hicimos la cola para entrar en el Sepulcro y también para poner la mano en un agujero que dicen fue donde se puso la cruz de Jesús. Me quede un buen rato en silencio en cada uno de estos dos lugares y tuvimos la Eucaristía en una capilla cerca del Sepulcro. Todo deja una impresión fuerte y sentimientos mezclados. Lo compartí con mi amigo.
-    Aquí, me acuerdo de nuestra amiga que ha vivido muchos años en Oriente Medio y tiene una gran sensibilidad para los distintos ritos cristianos.
-    ¿Qué piensas nos diría aquí?
-    Pues no lo sé. Me gustaría escucharla. La manera de expresar la fe y la devoción es muy distinta y no la entiendo. Sin embargo, ver la fe de la gente me hace bien. De toda manera, me ha costado bastante meditar o contemplar aquí el misterio de la muerte y resurrección de Jesús.
-    Es un misterio de fe…
-    Exacto. Así lo he mirado pero esta división entre los cristianos me duele. Escuchar al guia relatar la historia y percibir sus sentimientos me ha intensificado la sensación rara y casi de hostilidad y vergüenza.
Mi amigo me apretó fuerte la mano. Ví que pensaba igual y que le hacía sufrir profundamente.
Después, fuimos al famoso Muro de las lamentaciones. Impresiona la fe de la gente que reza allí. Había mucha gente pues era el día de la iniciación de algunos niños a la Torah. Nos encontramos con los grupos que acompañaban a cada niño con cantos, bailes, instrumentos, etc.
Hicimos una breve parada en el lugar donde estaba la piscina de Betesda donde Jesús curó al paralítico y que ahora no existe. En el mismo terreno, hay una iglesia dedicada a Santa Anna y rezamos allí por los abuelos.
La tarde se dejo para que cada uno pueda hacer sus actividades personales. Una amiga y yo volvimos al Huerto de los Olivos. Me contó después que fue para ella un regalo el estar allí un rato prolongado para presentarle al Señor su nueva misión. Ella se quedó más bien dentro de la iglesia muy cerca de la roca donde Jesús vivió su agonía. Por mi parte, pasé casi todo el tiempo contemplando el Huerto y los olivos.
-    Se palpa aquí la presencia de Jesús. Dice el evangelio que ha venido varías veces en este Huerto con sus discípulos, dijé a mi amigo.
-    Es un lugar sagrado.
-    ¿Qué nos podrían contar estos árboles?
-    Hay que ponerse a la escucha.
Eso hice y sí que me hablaron. Sentí de nuevo el amor de Jesús y un gran deseo de amar yo también.
Por la noche, tuvimos una reunión del grupo. Cada uno podía compartir algo de su experiencia y se nos entregó un reconocimiento de peregrinación a Tierra Santa.
-    ¡Qué bien han preparado esta peregrinación Emilio y Pilar! dijé a mi amigo.
-    Sí, cada día era lleno de detalles; han pensado en todo y intentado poner todos los medios para que fuera experiencia buena para cada uno.
-    El libro con los textos y los cantos, los comentarios de Emilio y el compartir de lo que escribía, la atención a cada uno de parte de Pilar, los ajustes al programa cuando algo no previsto se presentaba como Jerico por ejemplo.
-    Fue bonita también la experiencia comunitaria en el grupo, comentó mi amigo
-    Sí, mucho compartir, apoyo, interés. A veces me ponía nerviosa al ver que se tomaban tantas fotos
-    Los objetivos de cada uno son distintos. A lo mejor otros se ponían nerviosos al ver que tú no tomabas…
-    De hecho, Emilio me lo comentó en tono de sorpresa. Le dijé que había tomado fotos con mis ojos y el corazón y que es desde allí que lo quería compartir.
A la una de la madrugada, salimos de Jerusalén hacia el aeropuerto de Tel Aviv y de allí a Madrid.
Al final de todo, puedo hacer el pequeño resumen siguiente:
 “¡Señor llegamos” - Inscripción gradaba en los muros de la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén por peregrinos occidentales del siglo IV”. Estas palabras que encabezan el reconocimiento de nuestra peregrinación que se nos entregó al final, recogen en concentrado, lo que ha sido para mí esta peregrinación que me ha marcado profundamente desde distintos puntos de vista.
Fue experiencia de encuentro personal con Jesús y de “conversión”, de comunidad con el grupo, de comunión con los cristianos que desde siempre han venido a esta Tierra, de descubrimiento de la realidad de los cristianos actuales de Tierra Santa. Dicho de otra manera:  Fue experiencia de contacto con la realidad de la Encarnación en el tiempo y tierra de Jesús, en el curso de los años en los peregrinos, hoy en este mismo lugar, experiencia a la vez personal y comunitaria.

Que siempre podamos decir: ¡Señor, llegamos! Aquí nos tienes. Jesús, eres este amigo de todas nuestras peregrinaciones. Gracias. Amen.